Pepa Sivera: «Hacia la Igualdad: Avances y Desafios»
No digo nada nuevo si afirmo que la simple existencia de una Concejalía de Igualdad y un Consell de la Dona subraya el hecho de que queda aún demasiado por hacer en este ámbito. Es indudable que desde la llegada de la democracia a nuestro país se ha avanzado de manera impresionante pero aún hoy, cuando hablamos de conciliación, pensamos más en las madres que trabajan fuera de casa que en las familias completas.
La democracia, pese a que nuestra Constitución consagraba en su artículo 14 la igualdad, no consiguió por si misma desterrar la falsa creencia de la inferioridad de la mujer con respecto al hombre. Afortunadamente, a principios de los años 90 y gracias a la Declaración de Atenas, comenzaron aplicarse las primeras políticas de discriminación positiva, las llamadas “cuotas”. Fue un arma de doble filo. En el lado malo, mujeres perfectamente capacitadas para desempeñar un puesto directivo despertaban suspicacias entre sus propios compañeros y comentarios por lo bajini del tipo “se lo han dado por ser mujer”, por no decir cosas peores.
En el lado bueno, se logró algo verdaderamente importante: la visibilidad. De pronto las niñas tenían a su alcance modelos de mujeres poderosas y alejadas de los estereotipos en los que hasta el momento se había ido manejando la sociedad. Podían aspirar a ser lo que quisieran y los niños, además, comenzaban a ver normal el acceso de las mujeres a según qué cargos. Y esto es fundamental.
El principal reto al que nos enfrentamos en materia de igualdad es el de proporcionar a nuestros hijos una educación igualitaria. No hablo de darle una muñeca a un niño que ha pedido un balón o un balón a una niña que ha pedido una muñeca. Pero si les negamos los juguetes que desean sólo porque son de “niñas” o de “niños”, estaremos haciendo un flaco favor a los hombres y mujeres que decidirán nuestro futuro.
La educación no sólo está en las aulas. Esta, principalmente, en el hogar. Los roles que asuman el padre y la madre afectarán directamente a la forma de ver la vida que tengan sus hijos. Por eso, el siguiente desafío es convencer a hombres y mujeres de que efectivamente son iguales, que lo mismo le cuesta a una mujer ocuparse de las tareas domésticas que a un hombre y que si todos colaboran en casa todos tienen más tiempo libre.
Los medios de comunicación, sobre todo televisión e internet, son también causantes a veces de cambios en los comportamientos sociales. Si después de tantos años luchando para que las mujeres sean dueñas de su destino, el modelo que ofrecemos a nuestros jóvenes a través de los medios es justamente el contrario, de poco servirá lo que vean en casa o en el colegio.
El problema de la desigualdad parte siempre de un mismo punto: hombres y mujeres somos diferentes. Lo somos, es cierto. Tenemos diferencias físicas evidentes y distintas maneras de relacionarnos. Pero estas diferencias no deberían influir en el listado de derechos y obligaciones que tenemos todos como ciudadanos. Y es que la igualdad no es ni más ni menos que eso: que todas las personas tengan los mismos derechos y las mismas obligaciones. Y después, cada cual que escoja si quiere ponerse rimmel o conducir un camión. O ambas cosas. O ninguna.
Sobre el papel, sí es así. Legalmente, hombres y mujeres tenemos los mismos derechos, pero la vida nos demuestra una y otra vez que no es cierto. Las mujeres cobran menos que los hombres por el mismo trabajo; tienden a renunciar a sus carreras profesionales cuando tienen hijos con bastante más frecuencia que los hombres en su misma situación; son las mujeres las que piden las jornadas laborales reducidas, las que se hacen cargo de las labores domésticas casi en exclusiva mientras los hombres “ayudan” sin compartir la carga; las que sacrifican sus propias aficiones para poner su tiempo a disposición de su familia. No nos engañemos, la palabra conciliación, hoy por hoy, se declina en femenino.
¿Qué podemos hacer? A nivel personal, mucho. Mujeres y hombres debemos comenzar a cambiar de mentalidad -e incluso de canal de televisión si hace falta- y comprender que la igualdad comienza por el respeto a sí mismos.
Desde las instituciones la labor es ciertamente complicada. En muchos casos los frutos no podrán verse hasta dentro de varios años. Son, por ejemplo, los talleres que estamos desarrollando desde el Ayuntamiento de Dénia en los ciclos de infantil, primaria y secundaria, o proyectos como La Perruca de Luca. También en breve pondremos en marcha un proyecto dirigido precisamente a las familias, la “Escuela de Padres”, y mediante el que queremos dar las principales pautas sobre cómo educar en igualdad.
Asimismo, programamos talleres y cursos dirigidos específicamente para la mujer con problemas en su integración laboral; tenemos charlas de empoderamiento de las mujeres; damos asesoramiento jurídico y, desde Infodona, ofrecemos orientación laboral y de todo tipo a quien la precisa. Hemos cumplido con el 95% del Plan de Igualdad de Oportunidades, y cuando detectamos a una mujer en situación de riesgo, tenemos al Grupo Artemis de la Policía Local y a la Policía Nacional que actúan de inmediato, poniendo en sobre aviso tanto al Centro 24 horas como a las trabajadoras sociales del departamento de Bienestar Social del Ayuntamiento de Dénia.
Hemos avanzado mucho y seguimos avanzando cada día más, pero no nos podemos dar aún por satisfechos. Mujeres y hombres deben colaborar y trabajar juntos porque la igualdad, la verdadera igualdad, debe ser una realidad protagonizada por quienes son iguales.